Nada más emocionante, en este tiempo frío, que descubrir, humildes y solitarias en algunos jardines, las escasas plantas que florecen en pleno invierno y nos regalan su espléndida lección de supervivencia en medio de la adversidad.

Lo explicaban muy bien los maestros chinos con aquel mandala del punto negro dentro de lo blanco y el blanco dentro de lo negro, pues en medio de esos fríos que pelan los árboles y dejan dormidas a casi todas las especies vegetales, la naturaleza, compleja y contradictoria, se las ingenia para  hacer visibles  los signos de la plenitud y la expansión vital por medio de la discreta aparición de las flores de invierno. Y en lo que parecía el reino de la muerte, o más bien del sueño de la vida, surgen como salpicadas esas señales de que nada se ha perdido y que, con seguridad, todo volverá a renacer, apenas los brotes verdes se abran paso y cubran los muñones que son ahora las ramas de los árboles podados.

Es este un tiempo adecuado para buscar por los jardines, al menos por los que saben cultivar el sabor de las bellezas perennes, a los amarillos macasares de corazón azafrán, que a veces forman frondosos arbustos, de tal manera que nada más llegar a esos espacios podemos  percibir su exótico perfume, en medio del recogimiento de los bojes y las ramas desnudas de las glicinias. Algunos cultivadores sensibles han conseguido que crezcan en sus espacios verdes esas flores esquivas que reposan solas sobre los vástagos leñosos,  y los recogen con primor para que perfumen las estancias en la penumbra de las largas tardes del invierno.

Seguir la pista de estas flores valientes que se abren en medio del frío, sabiendo que su encanto no puede compararse con esas otras tan  llamativas y vistosas que crecen al abrigo en los invernaderos puede convertirse en un ejercicio de contemplación que hace bien al alma. Hay que ser agradecidos y valorar lo que supone seguir ofreciendo belleza y perfume cuando las circunstancias son tan adversas, cuando los rayos de sol, que al fin son los que dan el toque definitivo que abre las corolas, son tan débiles y se esconden con tanta facilidad tras las nubes y las nieblas. Hay un misterio escondido en tales manifestaciones y un mensaje de  esperanza, de que todo volverá a florecer, cuando regrese la luz y el verde a las ramas. Hay también una enseñanza, para cuando pensamos demasiado en los imposibles y no reparamos en las poderosas energías escondidas que sin embargo se dejan ver para darnos una señal, que rompa nuestro pesimismo.

Es fácil dejarse llevar por el lirismo y aplicar toda clase de valores simbólicos a estas flores adelantadas, que se las arreglan para salirse de las condiciones que impone el tiempo. Es tan fácil que sobran las palabras, para que cada cual saque sus conclusiones, si es que hay que hacerlo, además del gozo que da la simple contemplación de las cosas bellas y singulares.

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