Ante los problemas y desconciertos de nuestro tiempo, muchos se preguntan si la filosofía puede proporcionarnos la necesaria orientación para encontrar soluciones factibles. Partimos de la base de que nos referimos a la filosofía entendida a la manera clásica, es decir, aplicada y vivida, apoyada en el saber recibido de tantos maestros y sabios de diferentes épocas, culturas y lugares y a la vez comprometida con el destino de la humanidad en el presente.

Notamos que el descontento y el desencanto se extienden a nuestro alrededor. A veces también la impotencia, cuando nos disponemos a aportar nuestro esfuerzo a la causa de contribuir a que el mundo sea mejor. ¡Hay tanto por hacer! Tienen tanto poder los responsables de las injusticias y las desigualdades, que tan pocos tengan tanto y tantos tan poco. Nuestra angustia nos hace buscar culpables, conocer sus nombres y apellidos, cosa no tan difícil pues cada vez se esconden menos los egoístas y los avariciosos y cuando los localizamos, a ellos dirigimos nuestras iras y nuestros lamentos y nos hacemos eco de opiniones similares a la nuestra. Es fácil deducir que nuestros pequeños dardos dialécticos quedarán en tan solo un desahogo, sin el menor efecto, más que el que produce una opinión libremente expresada.

La filosofía, que es como un arte de hacer preguntas, nos propone dedicar nuestro tiempo a detectar primero las causas de los males que tanto nos afligen, para después orientar nuestras acciones concretas, no sólo las opiniones. No es fácil la tarea, y por eso requiere de todas nuestras fuerzas, una vez que hemos decidido comprometernos con nuestro tiempo, siguiendo el ejemplo de los filósofos sabios, que iluminaron y orientaron a sus contemporáneos en tantos momentos de la historia, incluso más difíciles y complejos que el nuestro.

Empecemos por conocer el ser humano, a nosotros mismos, cuáles son nuestras potencialidades, lo que da sentido a nuestra vida, continuemos con una búsqueda de la sabiduría, decidida e imbatible: saber más para poder más, para ser más, para encontrar las vías de salida. Volvámonos a la naturaleza, intentemos comprender la misteriosa relación que nos une con todos los seres, trabajemos por crear espacios de encuentro de personas, de sueños, de proyectos. Busquemos a los que construyen, no a los que destruyen, y hagámonos fuertes con ellos. La filosofía de la que hablamos nos dará los instrumentos que necesitamos.

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