Megara, Grecia, s. IV a. de C.

Filósofo griego. Fue discípulo de Diógenes y maestro de Zenón de Citio. Enseñó en Atenas (c. 320 a. de C.) y aplicó el eleatismo a la doctrina del bien, consistente para él en la impasibilidad del alma. Es representante de la escuela de Megara, a través de la cual se relacionan platonismo y estoicismo.

Otras fuentes afirman que: fue discípulo de los discípulos de Euclides; bien que muchos dicen lo fue de Euclides mismo, y aun de Trasímaco Corintio, amigo de lctías, según afirma Heráclides. Se aventajó tanto a los demás en invención y elocuencia, que faltó poco para que toda Grecia megarizase siguiendo sus dogmas. Filipo Megarense, hablando de su elocuencia, dice: «Arrancó de la escuela de Teofrasto a Metrodoro, teoremático, y a Timágoras de Gela; de la de Aristóteles Cirenaico a Clitarco y a Simias; de los dialécticos sacó a Peonio; de la escuela de Arístides a Dífilo Bosforiano y a Mirmeco Enetense, discípulos de Eufanto. Estos dos fueron a argüir con Estilpón, y quedaron sus más aficionados defensores.

Además de estos, atrajo a su escuela a Frasidemo Peripatético, docto físico, y a Alcimo, el orador más hábil que entonces tenía Grecia. Llevóse también a Crates con otros muchos, y a Zenón de Fenicia.

Cuando Demetrio, hijo de Antígono, tomó Megara, dejó libre la casa de Estilpón y le restituyó lo que se le había quitado en el saqueo de la ciudad. En esa ocasión, queriendo el rey que le diese por escrito cuánto le habían quitado en el pillaje, le dijo: «Yo nada he perdido, pues nadie me ha quitado mi ciencia y poseo aún toda mi elocuencia y erudición». Amonestó asimismo al rey con tanta elegancia acerca de la beneficencia de los hombres, que el rey le obedeció.

Era Estilpón de un carácter sencillo y sin ficción alguna. Dicen que en Atenas atrajo hacia sí de tal modo a los hombres, que dejando sus quehaceres, corrían a verlo; y a uno que le dijo: «¡Oh Estilpón, se admiran de verte como de un animal!», respondió: «No es así, sino de ver un verdadero hombre». Dícese que estando con Crates, en mitad de la conversación corrió a comprar unos peces; y como Crates lo quisiese detener, diciéndole: «¿El hilo del discurso rompes? ¡No! –respondió Estilpón– conmigo llevo el discurso; tú eres a quien dejo. Nuestra conversación no se va; mas las provisiones se venden».

Murió ya viejo, según dice Hermipo, habiendo antes bebido vino para morir más presto.

Extraído de Biografias y Vidas y Vida de filósofos ilustres

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