Si hiciéramos caso a los mensajes publicitarios que nos inundan en esta época del año, tendríamos que pensar que el mundo se ha detenido y todos nos hemos ido de vacaciones, es decir, hemos abandonado nuestra escena cotidiana y hemos escapado al país de nunca jamás a salvo de las incómodas obligaciones y deberes.

Se parte de la base de que el trabajo -terrible maldición bíblica-, es una ocupación inevitable y desagradable de la que hay que liberarse a la mejor ocasión. Por ello, el culto a las vacaciones ha sacralizado esos días vacíos de trabajo, de tal manera que se habla de enfermedades producidas por el regreso a las ocupaciones, aunque también de la ansiedad de quienes no saben qué hacer con el tiempo libre, una vez que han alcanzado el estado beatífico vacacional.

En el fondo de tales desajustes laten los desconciertos característicos de nuestra época y las habituales exageraciones con las que se enfocan en nuestra sociedad mediática las realidades que vivimos.

Una concepción cíclica del tiempo nos haría estar de acuerdo en que debe haber un tiempo para el trabajo y un tiempo para el descanso -como diría el Eclesiastés-, pero no como dos estados antagónicos, sino complementarios y orientados a la finalidad y el sentido de la propia existencia. Una filosofía activa y vital nos invita a buscarlos entre la infinita variedad de nuestras posibilidades, siempre más abundantes de lo que estamos dispuestos a admitir. La búsqueda se convierte así en el hilo conductor que unifica nuestras experiencias, superando dicotomías falsas, pues todo cuanto hacemos, sea trabajar o descansar, cambiando de actividad y de horizontes, se encuentra iluminado por una atención que se mantiene despierta en todas las circunstancias.

A la luz de estas reflexiones, tanto el trabajo como el descanso, o las vacaciones, se convierten en ocasiones propicias para encontrarnos con nosotros mismos, o con los demás, y quizá también con los grandes maestros de todos los tiempos, que nos dejaron sus sugerentes propuestas en tantas páginas inmortales, guías seguros para no perderse en el laberinto de la vida.

Ana Albo

Entradas recientes

Palmeras de Córdoba

Como torres vigilantes se yerguen en nuestra ciudad de Córdoba. El viento hace susurrar su…

12 horas ago

San Jorge y el dragón en Suecia

Introducción Uno de los motivos de este trabajo ha sido, partiendo del magnífico monumento que…

2 semanas ago

El motín de Esquilache

Esquilache era un marqués que se llamaba Leopoldo, más concretamente Leopoldo de Gregorio, y tuvo…

3 semanas ago

Johannes Kepler. Entre la Edad Media y el Renacimiento

Platón atribuye a los astros no solo el movimiento esférico en compañía del universo, sino…

4 semanas ago

La Sevilla quijotesca

Para el paseante sevillano resulta común encontrarse en algunas calles del casco antiguo una suerte…

1 mes ago

El budismo Zen

El budismo se encontró con el taoísmo, estableciendo el concepto de Wu-wei, que literalmente quiere…

2 meses ago