Crotona, Grecia siglo VI, 546 a. de C.

Una de las primeras filósofas. Se sabe que en la primitiva comunidad (pitagórica), pudieron existir unas 28 pitagóricas, tanto alumnas como maestras: se conocen los nombres de Theano, Arignote, Themistoclea, Myia y Damo, entre otras. De Theano de Crotona se sabe bien poco. Fue alumna de Pitágoras, contrajo matrimonio con él y tuvieron dos hijos y una hija, Arignote (o Damo). Theano se convirtió a su vez en Maestra de la Escuela, y se le atribuyen incluso varios textos, de los que solo nos quedan referencias indirectas: una «Vida de Pitágoras», una «Cosmología», «Teorema de la razón áurea», «Teoría de los números» y «Construcción del Universo», además de varias cartas y una obra de orden moral, titulada «Sobre la Piedad», en la que expone la responsabilidad del hombre y de la mujer como mantenedores de la Ley, la Justicia y la Armonía. A la muerte de Pitágoras sobre el 500 a. de C. su viuda, Theano, se hizo cargo de la Escuela, conservando el cuerpo principal de las doctrinas de su Maestro y esposo. De hecho, posteriormente, la Escuela se dividió: de un lado, un grupo de los acusmáticos se centraron en conservar las enseñanzas exotéricas, tal y como las recibieron, sin apenas cambios; mientras que los matemáticos se consideraron los continuadores de su obra, gracias a Theano conservaron el lado más profundo de sus enseñanzas, profundizando en los conocimientos filosóficos y esotéricos. Gracias a esta extraordinaria mujer las ideas del filósofo samio pudieron sobrevivir a la destrucción y al exilio, a las persecuciones y matanzas que hubo, no solo en Crotona sino en las demás «filiales» de la Magna Grecia; inspirando a Platón y a los neoplatónicos, llegando su legado hasta la República Romana, de la mano de Catón el Mayor, según cuentan Plutarco y Cicerón, seguidor igualmente del neopitagorismo. Si bien fue Pitágoras de Samos quien encendió la antorcha, hay que reconocer también que fue una mujer de Crotona, una filósofa, una matemática, una maestra, quien supo mantenerla encendida, y transmitirla a las generaciones posteriores, a toda la Humanidad.

Extraído de Biblioteca filosófica de Alejandría

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