A pesar de que tendemos a creer que apenas si quedan enigmas por descifrar en el ámbito del conocimiento científico, cada día aparecen noticias que nos informan sobre lo contrario, es decir, que vivimos rodeados de desconocimiento, por no decir de misterios aún pendientes de resolución y esclarecimiento.
Es inmenso el trabajo realizado por las ciencias de todos los campos en los últimos siglos y sus aplicaciones prácticas en las más variadas técnicas todavía nos asombran por su alcance, es justo que lo reconozcamos, aquí y ahora, cuando nos estamos beneficiando tan claramente de las tecnologías de la comunicación, gracias a las cuales podemos difundir nuestras ideas y opiniones con una repercusión casi universal.
Entre los asuntos que todavía ofrecen no pocas interrogantes sin respuestas se encuentra precisamente la mente humana, los procesos por medio de los cuales nuestros pensamientos pueden llegar a gobernar nuestras vidas y modificar incluso nuestras sensaciones más pegadas a la materia física. De las investigaciones avanzadas que se están desarrollando sobre el funcionamiento del cerebro, por poner un ejemplo, parece confirmarse que efectivamente aún existen en nosotros cualidades latentes, capacidades no actualizadas que con un adecuado entrenamiento podremos despertar: zonas apenas utilizadas de un órgano destinado a servir de enlace con el cuerpo, como un sofisticado instrumento a la espera de que un experto conocedor de sus potencialidades las ponga en acción.
La filosofía viene en nuestra ayuda, a la hora de emprender la tarea de aprovechar todos esos recursos que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición. Es la disciplina que nos proporciona los métodos, la que nos enseña a pensar y a despertar nuestras cualidades latentes. Es el mejor camino, para no perderse por los laberintos inexplorados de nuestro cerebro, siguiendo el ejemplo y las huellas de los maestros que lo recorrieron y encontraron el sentido de la vida, que es en realidad lo que buscamos.
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